Historia de España,  Materiales de estudio

Migraciones y colonizaciones en la Hispania pre-romana: indoeuropeos, fenicios y griegos

Durante el primer milenio se produjo la llegada a la Península Ibérica de los pueblos indoeuropeos y la colonización por parte de pueblos del levante mediterráneo como los fenicios y los griegos.

La configuración cultural, social, económica y política que encontraron los romanos al desembarcar en la península ibérica era el resultado de la interacción entre las poblaciones indígenas y los movimientos de población llegados desde el Europa (pueblos indoeuropeos que la historiografía ha agrupado bajo la denominación de celtas), y desde el levante mediterráneo, los colonizadores fenicios, cartagineses y griegos.

Fenicios y griegos entraron en contacto con la gran cultura del occidente europeo: Tartessos, mientras que su interacción con los pueblos de la franja mediterránea dio origen a la cultura ibera. Los pueblos celtas se instalaron en la zona noroccidental de la península ibérica, mientras que la llamada cultura celtíbera se extendió por las zonas de contacto entre celtas e iberos.

Migraciones indoeuropeas: los celtas

La llegada de los celtas, pueblos de lengua indoeuropea, a la península ibérica se produjo en dos oleadas. La primera, hacia el año mil a.C., a finales de la Edad del Bronce. Eran poblaciones procedentes de las estepas asiáticas que se habían asentado en Escandinavia, Europa occidental, medio Oriente y el subcontinente indio.

En la península ibérica se instalaron en la zona noreste. Su economía era agrícolas y ganaderas, con paso de una actividad u otras según las zonas; con producción textil y metalúrgica, conocían el trabajo del hierro. Su cerámica estaba muy evolucionada pero seguía haciéndose a mano, desconocían el torno.

La llegada de estos pueblos estuvo ligada a la expansión de la Cultura de los Campos de Urnas, caracterizada por un ritual funerario común en los territorios donde emigraron los celtas. Este ritual consistía en la incineración de los cuerpos y la introducción de los restos en urnas de cerámica que se enterraban en necrópolis, algunas de ellas de gran tamaño.

La segunda oleada de migraciones indoeuropeas, que se extendió hasta el siglo VI a.C.. Estos grupos se establecieron por toda la mitad noroccidental de la península: los valles del Ebro y el Duero, y la meseta norte, expandiéndose hacia la cornisa cantábrica y la zona de la actual Galicia donde se relaciona con la cultura castreña. En la tradicional división que las fuentes clásicas hicieron de la península, configuraban la mitad celta.

Colonizadores: fenicios y griegos

Al mismo tiempo que se producían los movimientos de población indoeuropea, pueblos del levante mediterráneo: los fenicios y los griegos comenzaron a navegar hacia occidente abriendo rutas de comercio, fundando colonias o factorías. En lo que respecta a la península todas las colonias se ubicaron en la costa mediterránea, con la excepción de Gadir, en la actual Cádiz, pasado el estrecho de Gibraltar.

Como hemos indicado la causa principal de estas navegaciones era el comercio con las poblaciones indígenas, especialmente con Tartessos, el territorio mas rico y desarrollado de la península ibérica. Este comercio, se basaba en el intercambio de manufacturas por cereal y materias primas, siendo esencial el comercio de minerales.

Abundaban en la península las minas de plata, oro y cobre. El geógrafo Estrabón afirmó: “Hasta ahora, ni el oro, ni la plata, ni el cobre, ni el hierro nativo se ha hallado en ninguna parte de la tierra tan abundantes y excelentes”.

Junto a la importancia de las minas, no debemos olvidar la importancia estratégica de la península ibérica para el control de las rutas del estaño provenientes del Atlántico.

Los fenicios

Los primeros en llegar a la península ibérica desde el levante fueron los fenicios procedentes de la ciudad de Tiro. Los fenicios habían situado sus colonias comerciales en la orilla sur del Mediterráneo, facilitando su navegación de cabotaje. Según las fuentes clásicas fundaron la ciudad de Gádir en el 1104 a.C., más allá de las columnas de Hércules, aunque las evidencias arqueológicas más antiguas datan del siglo VIII a.C., aún así, se considera la primera ciudad de occidente.

El emplazamiento de Gadir permitía a los fenicios el comercio con Tartessos y el dominio de las rutas del estaño proveniente del atlántico. Para el control de ambos mantuvieron una dura competencia con los griegos. Los fenicios no se limitaron a este asentamiento, fundaron otras colonias como Malaca, Sexi, Abdera, donde crearon importantes industrias de salazones, con sistemas de pesca industrial y explotación de salinas, también elaboraron su producto estrella, la púrpura, extraída del múrex y que exportaban por todo el Mediterráneo.

Cartago

Tras la conquista de la ciudad de Tiro por Babilonia, su antigua colonia de Cartago, en la actual Túnez, heredó el control de las colonias fenicias en occidente. Continuaron con las mismas actividades económicas, sin embargo los cartagineses se mostraron más ambiciosos a la hora de dominar el territorio peninsular: su intención era monopolizar sus recursos mineros y el comercio. La fundación, en el 654 a.C., de la ciudad de Ebussus, la actual Ibiza, pretendía controlar el trasiego marítimo hacia la península. Griegos y cartagineses se enfrentaron en Alalia, en las costas de Córcega (532 a.C.), la victoria permitió a los segundos limitar la presencia griega en el sur peninsular, lo que tuvo una importancia crucial para la decadencia de Tartessos.

El intento cartaginés de dominar la península se acrecentó tras la derrota contra Roma en la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.) . Para afianzar su control fundaron nuevas colonias como Cartago Nova alrededor del año 227 a.C., su capital en el territorio peninsular, y firmaron alianzas con pueblos íberos, cuyos mercenario fueron clave en la Segunda Guerra Púnica 218 a. C.-201 a. C., la de Anibal, Escipión, los elefantes… Fue esta guerra la que inició la intervención de Roma en la península ibérica.

Los griegos

Los griegos, al igual que los fenicios, comenzaron a establecer colonias para expandir su comercio. Primero en las costas de anatolia, el Mar Negro y la central del mediterráneo, para llegar después hasta las costas más occidentales. Tras asentarse en el Ponto Euxino (Mar Negro) y la Magna Grecia (sur de la península itálica y Sicilia) y Egipto; fundaron Masilia, ya en la zona occidental, en el siglo VI a.C. y, desde allí la colonia de Rhodes, en el noreste peninsular. Posteriormente fundaron otras colonias como Emporion, en la actual Ampurias, Hemeroskopeion o Mainake… La rivalidad con los fenicios era inevitable, al pretender los griegos entrar en contacto con Tartessos.

La influencia de los colonizadores

La llegada de los colonizadores tuvo un gran impacto en las poblaciones indígenas. La influencia de los pueblos colonizadores en el sustrato indígena en la zona mediterránea fue la clave para el desarrollo de la cultura ibera.

En el campo económico, el comercio con estos pueblos provocó una fuerte desarrollo de la agricultura, con al extensión del arado. Se introdujeron nuevos cultivos como la vid y el olivo. Completando, junto a los cereales, la llamada triada mediterránea.

Los fenicios explotaron las salinas y desatollaron un una pesca sistemática: la almadraba, con la que alimentar la industria del salazón para la exportación. La almadraba es una técnica para la captura del atún aprovechando sus migraciones. Consisten en la instalación de un entramado de redes al paso de los atunes para su posterior captura. Es una técnica que todavía se practica en la costa sur del mediterráneo: en España, especialmente en la bahía de Cádiz, en el Algarve portugués, en Marruecos y en Sicilia.

Esta industria tuvo su continuidad en el mundo romano, con la exportación del garum, una salsa elaborada con vísceras de pescado fermentado con hiervas aromáticas y vinagre. Esta asquerosa delicia se exportaba a todo el imperio.

Desde los talleres de oriente llegaron manufacturas para intercambiar por materias primas y minerales, pero por influencia oriental también se desarrollaron en la península, un ejemplo fue la aplicación del torno de alfarero a la producción de cerámica.

La minería y la metalurgia fueron algunas de las actividades que tuvieron mayor auge en el primer milenio. La metalurgia del hierro se expandió con la llegada de los indoeuropeos; mientras fenicios, cartagineses, griegos y, especialmente los romanos, fomentaron la explotación de minas de oro, plata, cobre, hierro, mercurio y lapis speceluris. la espectacular mina de las Médulas en la actual provincia de León

De la mano del comercio con los pueblos del Mediterráneo oriental se generalizó el uso y acuñación de moneda. Las primeras acuñaciones de las que tenemos constancia en la península ibérica se realizaron en las colonias griegas de Rodes y Emporion, en el siglo V a.C., y están datadas en el siglo IV para las cecas fenicias de Ebusus y Gadir.

 

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