Historia del Arte

Escultura románica

Dentro del este estilo artístico (románico), la escultura románica está subordinada a la arquitectura y su función es didáctica: enseñar la religión a una población analfabeta, o de acompañar la lectura y la meditación de los monjes en los monasterios. Los edificios se convirtieron en libros de piedra, siendo las portadas (los tímpanos abocinados) y los capiteles los lugares predilectos.

Las características formales más importantes de la escultura románica fueron:

  • Figuras hieráticas, rígidas, sin movimientos no expresividad.

  • Trazos geométricos y simetría de las formas.

  • Adaptación al marco arquitectónico de las figuras.

  • Perspectiva jerárquica.

  • Ausencia de fondos y profundidad.

  • Tendencia al horror vacui que lleva a sobrecargar de figuras el espacio.

  • Policromía.

Los temas principales provenían de la Biblia y las vidas de santos (muy populares en la época). Los tímpanos de la portadas solían reservarse a la representación de Cristo en Majestad (Maiestas Domini) o teofanía, acompañado del tetramorfos (representación simbólica de los cuatro evangelistas1). Las arquivoltas, jambas y dintel se esculpen con motivos religiosos y simbólicos, o con decoración geométrica; el mainel (parteluz) suele reservarse a la figura de la Virgen.

El Juicio Final es uno de los temas más representados durante el románico, siguiendo la iconografía del Apocalipsis. En el centro, aureolado por una mandorla (símbolo del poder divino) se destacaba a mayor tamaño la imagen de Jesús. Alrededor del Cristo en Majestad se representa Tetramorfos. El resto del espacio se fragmentaba en frisos horizontales donde aparecen los personajes que secundan a Cristo: serafines, y a los 24 ancianos, que tocan instrumentos musicales y cantan las alabanzas del Todopoderoso. También se presentan las almas de los muertos que resucitan y se someten al Juicio de Dios, siendo unos salvados y otros condenados al infierno (representado por un animal monstruoso). El alargamiento desmesurado, las anatomías defectuosas y las perspectivas extrañas eran fruto del expresionismo que los artistas impusieron a los temas apocalípticos, cuya epopeya del fin del mundo y del caos prima en el período.

Esquema de una portada románica

Así lo vieron los profetas, así regresará a la Tierra y así aparece esculpido en el tímpano de San Pedro de Moissac (1115-1130). Es un Cristo violento, despótico, vengador, irritado, a punto de estallar de cólera, que paraliza de temor al espectador cuando lo contempla en la escena del Juicio Final, como sucede en el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, Santa Fe de Conques (1130-1135) y en San Lázaro de Autun, donde el miedo a las penas del infierno provocó un aluvión de donaciones in articulo mortis por parte de los fieles con la intención de salvarse. La portada de la Madelaine en la abadía de Vezelay muestra la escena de Pentecostes.

Otros temas que aparecen en la escultura románica son los motivos vegetales y geométricos, puramente decorativos, escenas de la vida cotidiana y animales fantásticos, seguramente por influencia de los bestiarios orientales. Fue en estos temas donde los escultores gozaron de cierta libertad creativa.

Aunque la mayor parte de la escultura estaba vinculada a la arquitectura, existió también obra exenta, normalmente tallas de madera policromada con las mismas características formales que el relieve. Tres fueron los temas más repetidos:

  • La Virgen como trono de Dios (sedes sapientae2 o Virgen Theotoco3), destaca el hieratismo y la ausencia de comunicación entre las figuras.

  • La crucifixión donde encontramos por un lado un Cristo triunfante, resucitado, sin estigmas ni muestras de sufrimiento; y por otro un Cristo humano que sufre.

  • El grupo escultórico del descendimiento de la Cruz4.

1Los cuatro animales que simbolizan a los cuatro evangelistas: el ángel de San Mateo; el león de San Marcos; el Toro de San Lucas; y el águila de San Juan.

2Trono de la sabiduría.

3Portadora de Dios.

4Las primeras representaciones de esta escena se ciñen a las figuras que aparecen en la narración evangélica, por lo que no aparecen María, San Juan ni las Santas Mujeres.

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