Pintura románica
La pintura románica también estaba subordinada a la arquitectura y a su función didáctica. El soporte principal fue le muro, utilizando la técnica del fresco en muros, bóvedas y, sobretodo, en los ábsides. Pintaron también sobre tabla con la técnica del temple, destacando los frontales de altar.
Los temas fueron similares a los esculpidos. Predomina la temática religiosa, con escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, dotadas de una rica iconografía simbólica o alegórica, que ahora nos cuesta entender pero en su época era conocida. La imagen del Cristo en Majestad (Maiestas Domini) rodeado de el Tetramorfos presidiendo el Juicio Final es la más habitual y, junto a la representación de la Virgen (Maiestas Mariae) solían ocupar el lugar preferente: el ábside central o el frontal del altar. Podemos verlo en el ábside de San Clemente de Tahull y en la bóveda del Panteón Real de San Isidoro de León.
Las características generales de la pintura románica nos recuerdan a las que acabamos de ver en la escultura:
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Figuras hieráticas, rígidas, sin movimientos no expresividad.
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Trazos geométricos y simetría de las formas.
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Adaptación al marco arquitectónico de las figuras.
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Perspectiva jerárquica.
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Fondos monocromos (sin paisajes ni arquitecturas)
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Ausencia de profundidad.
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Tendencia al horror vacui que lleva a sobrecargar de figuras el espacio.
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Gruesas líneas delimitan los contornos las formas delimitando zonas de color uniforme.
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Variedad cromática.
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Colores muy intensos.
Distinguimos dos líneas o estilos dentro del unidad románica de los siglos XI y XII:
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Estilo francorrománico: lo encontramos a oeste de Francia (frescos de Saint-Savin-sur-Gartempe) y en Castilla (frescos de Panteón de los Reyes de San Isidoro de León), es muy probable que su extensión se deba a las rutas de peregrinación. Destaca por su mayor naturalismo, gusto por el detalle, expresividad, movimiento y espontaneidad, los fondos suelen ser claros. La influencia de la miniatura parece clara.
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Estilo bizantino: se extendió por Italia (frescos de Sant’Angelo in Fromis) y por el norte de Cataluña (Frescos de San Clemente de Tahull y de Santa María de Tahull), a donde debieron llegar artistas lombardos. Se caracteriza por la ausencia de efectos espaciales de volumen, el hieratismo y la frontalidad, el alargamiento y estilización en las figuras. Buscan la composición grandiosa y simétrica. El resultado es una obra espiritual, solemne y monumental.
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