Escultura del Quattrocento
Dentro de nuestro recorrido por el arte del Renacimiento, nos adentramos ahora en la escultura del siglo XV, el Quattrocento.
Los antecedentes de las escultura renacentista se encuentran en las obras medievales, puesto que la tradición clásica nunca murió del todo en Italia, como podemos comprobar al ver la escultura del Emperador Federico II sobre el puente de Capua; o el Púlpito del Baptisterio de la Catedral de Pisa (1269), obra de Nicolás Pisano (1220-1287), donde la Virgen recuerda una potente matrona romana.
Durante el Trecento las ciudades de Siena y Pisa produjeron los artista más importantes, pero en el siglo XV Florencia les superó. La ciudad de los Medici también capitaneó la evolución en la escultura.
Las características de la escultura del Quattrocento fueron:
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La proporcionalidad en las obras, regresando al canon clásico de las nueve cabezas.
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Utilización del contrapposto de influencia griega.
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Aumento de la expresividad de las obras, especialmente a finales de siglo.
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Naturalismo.
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Interés por la figura humana
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Uso de la perspectiva y los fondos en el relieve.
Los temas siguen inspirándose en la religión, aunque aparezca también el retrato (de busto y ecuestre), los desnudos y la mitología.
Suele situarse el comienzo de la escultura renacentista en los relieves que esculpió Lorenzo Ghiberti (1378-1455) para las puertas del Baptisterio de Florencia. Ghiberti, que comenzó su actividad artística como orfebre, ganó en 1401 el concurso para decorar las segundas puertas del baptisterio de la catedral de Florencia1. El trabajo en las dos primeras puertas duró más de veinte años (1403 a 1424), y se compone de veinte episodios de la vida de Cristo y ocho tallas de santos, en un estilo minucioso cercano al gótico.
Fue en las terceras puertas (1425-1452) donde realmente revolucionaron el arte, hasta el punto de que Miguel Ángel las llamara las puertas del Paraíso. Vemos en ellas la asimilación de los planteamientos clásicos. Optó por diez espacios cuadrados donde trató con amplitud escenas en bajo relieve del Antiguo Testamento. Adoptó la perspectiva lineal (que Uccello aplicó a la pintura) y los complejos efectos de profundidad mediante la técnica del aplastado. En los marcos reprodujo esculturas griegas y festones de flores, frutas y animales, que muestran el respeto con que el nuevo arte observaba la Antigüedad y la Naturaleza.
También esculpió, entre 1414 y 1419, las imágenes de San Juan Bautista y San Mateo, para la Capilla de Or San Michele. En su hechura y expresión vuelve a dar muestras de gracia y la dulzura. Una belleza ideal ante la que reaccionaría Donatello.
Donatello (1386-1466) plasmó la figura del ser humano, con gran variedad de gestos y actitudes, mostrando su realidad interna y sus diferentes estados anímicos, siguiendo las trazas del retrato psicológico griego y romano. Esculpió las diferentes etapas de la vida, desde la alegría de la niñez y la juventud, pasando por la plenitud de la madurez, hasta llegar a la decrepitud de la vejez.
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Buena muestra de cómo supo captar la alegría de la niñez, se encuentra en las Tribunas de las Catedrales de Florencia y Prato (1428), donde un tropel de niños cantores se mueven y agitan libremente, llenos de gracia y de vida. El inquieto desfile es acentuado con la división de las escenas, de forma vertical, mediante pilastras pareadas (Prato) y columnillas revestidas de mosaicos (Florencia).
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La juventud quedó plasmada en su David (1440) de bronce, del Museo Barguello. Muestra al héroe en el momento posterior a la lucha, con la cabeza de Goliat a sus pies. Es un desnudo de gusto verdaderamente clásico, mostrando una anatomía de incipiente musculatura. David está representado como un adolescente gentil, ingenuo, juguetón y muy seductor. Su actitud, en pie, volcando el peso de su cuerpo sobre la pierna derecha, le permite flexionar levemente la otra, provocando una ligera inclinación en la cadera que recuerda la curva praxitelina.
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La madurez queda representada en su San Jorge (1417), realizada para el oratorio de Ors San Michele de Florencia. El santo aparece sólo, sosteniendo su escudo, y la historia del dragón ha quedado relegada al amplio pedestal de mármol que le sirve de base, a modo de relieve pictórico, que trata de expresar la ilusión espacial propia de la pintura, graduando el grosor de las figuras según el plano en el que se encuentren (alto, medio o bajo), sobre los que incide de modo diferente la luz.
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Dentro de este retrato de madurez se encuentra, también, Il Condottiero Gattamelata2, frente a la Basílica de San Antonio de Padua (1453). Un maravilloso retrato ecuestre que ha sido considerado como el primero retrato del Renacimiento, y que tomó como modelo la estatua romana de Marco Aurelio. El personaje, un hombre adulto, famoso en su época como general de las fuerzas de Padua, está pasando revista a sus tropas. Destaca la contención y elegancia, en un distinguido tono clásico. Una auténtica representación del caballero renacentista, sereno, fuerte y con autoridad. Colocó una bola como apoyo a la única pata flexionada y ligeramente levantada del caballo, confiriendo al conjunto un cierto carácter macizo. Rescata el modelo del retrato ecuestre de Marco Aurelio y se convierte en la representación habitual del poder.
Muy relacionado con la obra de Donatello está Il Corleoni3 (1749) de Verrocchio en Venecia rompe con la serenidad del anterior, generando movimiento con la tensión y vitalidad de los cuerpos de jinete y caballo.
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En el profeta Habacuc (1423-25) o Il Zucone (el calvo) retrata la decrepitud de la ancianidad. La introducción de la fealdad: vejez rasgos duros, pómulos marcados, delgadez, calvicie…, como nuevo tipo de expresión humana, abrió el camino del realismo tan habitual en el barroco. Es un retrato expresivo, psicológico por la fuerza en la expresión del personaje.
1Derrotando a Brunelleschi.
2Retrato del Condottiere Erasmo de Narni.
3Retrato del Condottiere Bartolomeo Corleoni.
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