La Guerra Fría: Crisis de Berlín y Guerra de Corea
La crisis de Berlín de 1948 y la Guerra de Corea, entre 1950 y 1953, fueron dos de los conflictos que marcaron la primera década de la Guerra Fría
La Guerra Fría (1945-1991)
La Guerra Fría (origen y contendientes) fue un periodo histórico que se desarrolló entre 1945 y 1991, desde el final de la II Guerra Mundial hasta la desaparición de la URSS. Esta época se caracterizó por el enfrentamiento entre dos grandes súper-potencias: los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, y por la formación, en torno a ellos, de dos bloques antagónicos: el bloque capitalista y el bloque comunista.
El nombre de Guerra Fría responde a que, pese a la enorme tensión y rivalidad entre ambos países, siempre se trató de evitar el enfrenamiento directo y total. Una cuestión de suma importancia, ya que habría tenido consecuencias catastróficas, especialmente cuando ambas potencias alcanzaron una capacidad de destrucción nuclear total. La ausencia de enfrentamiento directo no significó que fuera un periodo de paz, más bien al contrario, la tensión internacional estalló en una serie de enfrentamientos indirectos a través de sus aliados. Una partida de ajedrez donde las piezas secundarias tenían el protagonismo.
Enlace al vídeo: La Guerra Fría, Crisis de Berlín y Guerra de Corea
La Crisis de Berlín (1948)
El primer gran conflicto de la Guerra Fría, con permiso de la Guerra Civil Griega, fue la Crisis de Berlín en 1948. Esta ciudad alemana fue un foco de tensión constante durante cuatro décadas. Derrotada Alemania, y según lo acordado en Yalta y Potsdam, el país fue dividido en cuatro zonas. Cada una de ellas estaba ocupada y administrada por uno de los vencedores de la Guerra: EE.UU., Gran Bretaña, Francia y la URSS. Lo mismo ocurría con la capital: Berlín. Los acuerdos firmados establecían que Alemania debía reconstruirse bajo un régimen democrático.
Los aliados occidentales decidieron, en 1948, unificar sus tres zonas para crear un Estado federal. El primer paso fue establecer un sistema monetario, dejando a la URSS al margen de estos movimientos. El principal problema se planteaba en Berlín, también dividida en cuatro sectores, pero que estaba situada en la parte oriental, y por tanto rodeada de territorios bajo control soviético. Desde la URSS, en represalia por las maniobras de unificación occidentales, ordenaron el bloqueo de los barrios occidentales de Berlín.
La tensión crecía, EE.UU. y sus aliados se comprometieron a no abandonar Berlín oeste, y establecieron un puente aéreo para abastecer los sectores occidentales de la ciudad. La situación era muy delicada, durante un año (entre 1948 y 49) los aviones aliados sobrevolaron el espacio aéreo de la zona soviética de la Alemania sin su autorización. El resultado final fue favorable para las potencias occidentales. Berlín Oeste resistió y Stalin levantó el bloqueo. En mayo de 1949 se proclamó la Constitución de un nuevo Estado: la República Federal Alemana, con capital en Bonn, se unificaban así los territorios ocupados por EE.UU., Francia y Gran Bretaña.
La URSS respondió meses después, en octubre, con la creación de la República Democrática Alemana, cuya capital fue Berlín Oriental. Unos años después, en 1961, la República Democrática Alemana construyó un muro separando las dos zonas de la ciudad para evitar que sus ciudadanos cruzaran a la zona occidental. El Muro de Berlín dividió la ciudad durante 30 años, siendo el símbolo de la Guerra Fría.
La guerra no estalló, pero la crisis berlinesa mostró el frágil equilibrio de intereses entre las potencias y aceleró la creación de las grandes alianzas militares: la OTAN en 1949 y el Pacto de Varsovia en 1955.
La Guerra de Corea (1950-53)
La Guerra de Corea, entre 1950 y 1953, fue el paradigma de los conflictos entre las potencias de la Guerra Fría:
- Fue un enfrentamiento fuera sus territorios
- Implicó a terceros países
- Se evitó la lucha directa entre los ejércitos de las dos súper-potencias
La península de Corea había sido ocupada por los japoneses en 1910, explotando económicamente sus riquezas y ejerciendo sobre sus habitantes una represión brutal. Al final de la II Guerra Mundial, con la derrota japonesa, norteamericanos y soviéticos ocuparon la península. La URSS ocupó la zona norte, con mayores recursos mineros y capacidad industrial; mientras, los norteamericanos hicieron lo propio con la zona sur, de economía agrícola. El país quedaba dividido por una frontera fijada entorno al paralelo 38. Los intentos de unificación fracasaron y los conflictos fronterizos aumentaron.
Aunque los ejércitos de ambas potencias se retiraron en 1949, no tenían la menor intención de renunciar a su influencia en la zona. En el sur se estableció la República de Corea, con capital en la ciudad de Seúl. Su régimen político fue una dictadura militar aliada de EE.UU., comandada por Saygman Rhee. Al norte se estableció la República Democrática Popular de Corea, bajo la dictadura comunista de Kim Il Sung, con capital en Pyongyang. Los conflictos fronterizos y diplomáticos entre ambos países fueron constantes y la situación se tensó aún más en octubre de 1949, tras el triunfo de Mao Zedong en China, que reforzaba el comunismo en extremo oriente.
La guerra comenzó el 25 de junio de 1950, cuando las tropas de la Corea del Norte, con el visto bueno de Stalin, invadieron Corea del Sur haciéndose con el control de toda la península, excepto el llamado Perímetro Pusan en el extremo sur. Moscú veía la posibilidad de reforzar su posición tras su decepción en Berlín. El presidente de los EE.UU. Harry Truman, ordenó actuar en apoyo de Corea del Sur, en aplicación de la Doctrina Truman, que el mismo había promulgado, para la contención del comunismo en cualquier lugar y situación.
La invasión fue condenada por la ONU (en la Resolución 83), aunque con el rechazo de la URSS que no estuvo presente en las votaciones como protesta por que el organismo internacional no reconocía a la República Popular de China, gobernada por Mao, mientras consideraba al gobierno de la República de China (Taiwan) como verdadero representante de China.
Entre junio y noviembre de 1950, las tropas de los EE.UU. y de la ONU (mayoritariamente británicos, canadienses y australianos), bajo el mando del general Douglas MacArthur realizaron una contra-ofensiva, apoyada por intensos bombardeos, que les permitió avanzar hacia el norte, sobrepasando el paralelo 38, llegando hasta el río Yalu. Quedaba bajo su control la casi totalidad de Corea del Norte (incluida su capital Pyongyang, conquistada el 19 de octubre).
El avance de las tropas de EE.UU. fue considerada una amenaza para China, que buscó el apoyo de Stalin para intervenir. La ofensiva China, que contó con el apoyo logístico y armamentístico de la URSS (pero no su intervención directa). Comenzó el 19 de octubre y obligó a retroceder a los norteamericanos al sur del paralelo 38, llegando a tomar Seúl el 4 de enero de 1951.
El general MacArthur, furibundo anti-comunista, solicitó el uso de armamento nuclear contra China, pero Truman se negó ante el miedo a un conflicto total con la intervención de la URSS; posteriormente destituyó al MacArthur, reemplazado por el general Matthew Ridgway, con las protestas de los grupos más conservadores. EE.UU puso en marcha una terrible campaña de bombardeos con naplam, arma incendiaria que ya había sido utilizada en la II Guerra Mundial, sobre Corea del Norte.
La guerra se estancó y comenzaron negociaciones para el alto el fuego. El Armisticio de Panmunjom firmado el 27 de julio de 1953 entre EE.UU. y Corea del Norte, frenó las acciones de guerra, restaurándose la frontera de 1949 y creando una zona desmilitarizada de 4 kilómetros entra ambos países (aún hoy existe, una de las fronteras más vigiladas del mundo). El acuerdo que debía mantenerse en vigor hasta la firma definitiva de una paz, una paz que todavía no se ha acordado por lo que, técnicamente, las dos coreas siguen en guerra.
Las consecuencias de la guerra fueron terribles, la Guerra de Corea pasó a la historia como una de las más sangrientas. Se calcula que las bajas entre la población de Corea del Sur rondó las 800.000 personas, aún peor fue para Corea del Norte, que alcanzó los dos millones y medio de muertos, lo que suponía un 15% de su población total. Las bajas en el ejército Chino rondaron el medio millón y en el norteamericano los 54.000. La destrucción fue casi total, más de 5 millones de personas perdieron su hogar, los refugiados llegaron a los 2 millones. La capacidad industrial de Corea del Norte quedó destruida por completo.
Algunos datos nos permiten calibrar el nivel de destrucción alcanzado: como las 635.000 toneladas de explosivos y las 32.500 de napalm que usó el ejército de los EE.UU. en Corea, una cantidad superior a la lanzada durante toda la II Guerra Mundial en el Pacífico. Ejemplo de esta destrucción sistemática fue el bombardeo de las principales presas del país provocando terribles inundaciones y la destrucción de campos y ciudades.
La Guerra de Corea puso de manifiesto como la rivalidad entre las potencias podía desencadenar un conflicto general, pues ninguna de las dos estaba dispuesta a ceder terreno; esta guerra fue el impulso definitivo para desatar la carrera armamentística que caracterizó la Guerra Fría. En el terreno estratégico reforzó la importancia de Japón como aliado clave y base de operaciones de los EE.UU. en el Extremo Oriente.
2 Comentarios
Pingback:
Pingback: