Escuela veneciana
Desde el Renacimiento la influencia de la pintura veneciana fue capital para artistas de toda Europa. Pintores como los Bellini y Carpaccio, pero especialmente Giorgione pusieron las bases de una escuela que se caracteriza por el culto al color como elemento clave de la pintura, frente a las escuelas florentina y romana donde prevalece el dibujo. Los grandes maestros venecianos del siglo XVI: Tiziano, Il Veronese e Il Tintoretto, descubrieron para la pintura posibilidades que explotaron los artistas del barroco.
Algunas notas de la escuela pueden encontrarse en diferente grado en todos los artistas:
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El culto al color, frente a la línea de los florentinos. Los contornos pierden nitidez.
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Preferencia por los tonos cálidos: más idóneos para plasmar la forma bella o el ambiente opulento).
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Importancia sobre los temas secundarios, lo anecdótico y el detalle, su tratamiento es atendido con el mismo cuidado que el tema principal. La utilización del óleo como técnica principal facilita el detallismo.
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Exaltación de la riqueza: palacios, telas, joyas, música, manjares, lujo… definen los ambientes en los cuadros venecianos.
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Utilización de arquitecturas clásicas como marco de la escena.
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Contemplación poética del paisaje que se llenó de luces y se sintió con pasión romántica a partir de Giorgione, cuya concepción paisajística fue heredada por Tiziano.
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Distorsión de las figuras, forzadas dentro de la composición.
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Ruptura de la simetría, puntos de fuga exteriores al cuadro o diversos.
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Tiziano (1488-1576): fue el retratista de la escuela, destacando obras como Carlos V en Mühlberg o el retrato de Isabel de Portugal, retratos en los que los elementos de encuadre cobran tanta importancia como el personaje retratado. Carlos V aparece retratado como un caballero sereno, presto a defender la fe cristiana.
Tiziano es el maestro de las formas blandas y redondas, mostrando predilección por los desnudos femeninos que podemos ver en su representación de Venus y el Amor o en Dánae). Tampoco dejó de lado las grandes fiestas, tema clásico de esta escuela y que alcanza unos de su hitos en La Bacanal.
Su paleta evolucionó con el tiempo hacia una factura cada vez más pastosa, más gruesa, en la que la mancha parece deshacer la forma en sus últimas obras, entre ellas su Autorretrato de El Prado.
Veronés (1528-1588) fue el pintor del lujo. Sus escenas se desarrollan en palacios de mármol, con columnatas y balaustradas, y jardines con fuentes. Sus figuras se envuelven en ropajes costosos y se adornan con todo tipo de alhajas. Prefiere pintar a mujeres semivestidas, para poder adornarlas con joyas como vemos en Venus y Adonis. Su inclinación por la anécdota marca el punto culminante de esta tendencia de la escuela en las Las Bodas de Caná una de sus grandes composiciones Veronés es heredero de las procesiones de Bellini y Carpaccio.
Tintoretto (1518-1594) refleja las crisis de los ideales renacentistas en sus composiciones manieristas. Fue el maestro de las luces violentas, de los contrastes de luz y sombra, de los escorzos, del movimiento tenso, inestable y del paisaje romántico.
Logró la profundidad en sus composiciones mediante la alternancia de zonas de diferente intensidad lumínica, lo podemos ver en El lavatorio de los pies donde anticipa valores que se desarrollaron en el Barroco. En el Nacimiento y el Calvario, de la Iglesia de San Rocco en Venecia, enfocó la escena desde un punto de vista bajo, como a ras de suelo, con lo que la lejanía del fondo se acusa de forma poderosa.
Su influencia en el Greco y en los primeros maestros barrocos son ejemplos de lo que Venecia aportó a la pintura del siglo XVII.