La mezquita
La mezquita es el edifico clave para el estudio de la evolución de la arquitectura en el arte musulmán.
La estructura de la mezquita es muy sencilla, se basó en el oratorio provisional que Mahoma construyó en el patio de su casa en Medina, con ramajes y troncos de palmera para preservarse del sol. Con el avance de las conquistas y la necesidad de construcciones más grandes absorbió la influencia de la basílica romana (a través del arte paleocristiano), de las grandes construcciones bizantinas y otros templos de planta central.
Las partes principales de la mezquita son:
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El haram (sala de oración) espacio generalmente rectangular, dividido en naves y orientado hacia el santuario de la Kaaba (en La Meca), cuya dirección aparece indicada en el mihrab (nicho vacío), perforado en el centro de la quibla (muro frontal). Cerca del muro se encuentra el mimbar, un tipo de púlpito para dirigir la oración. En la mezquita donde oraba el Califa se construía la maqsura, palco enrejado y protegido para el soberano.
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El shan es un patio porticado. El sabil (fuente de abluciones) para que los fieles se purifiquen antes de entrar en el recinto sagrado, es un elemento habitual en los patios.
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El alminar (palabra que significa faro), conocido en castellano como minarete, es una alta torre desde la que el almuédano o muecín convoca a los creyentes a orar cinco veces al día: al alba, al mediodía, al inicio de la tarde, durante el crepúsculo y por la noche.
Las mezquitas son utilizadas, principalmente, los viernes al mediodía, pues los varones adultos de la ciudad están obligados a acudir a ella a inclinarse en honor a Alá. A continuación el imán, desde el mimbar (púlpito), dirige un sermón mezclando política y religión.
Época Omeya (661-750)
Durante la época Omeya se levanta la gran mezquita de Damasco fijó el modelo esencial para las mezquitas. Aprovechó un templo anterior cristiano (la Iglesia de San Juan Bautista) y muestra la influida de las basílicas bizantinas.
La mezquita de la Roca en Jerusalén, conocida también como la Mezquita de Omar; data del siglo VII, destaca su con planta octogonal y la hermosa cúpula que la cubre. Es un lugar muy importante para el Islam pues contiene la roca donde, según la tradición, Abraham debía sacrificar a Isaac.
La mezquita de Córdoba
La mezquita de Córdoba está considerada como el mejor exponente arquitectónico de la civilización musulmana en al-Ándalus. Fue construida entre los siglos VIII y X. Su configuración actual es producto de la primera construcción de Abd-al-Rahman I y de las cuatro ampliaciones posteriores, realizadas para albergar un número de fieles cada vez mayor y para acrecentar el prestigio de los gobernantes (emires y califas Omeyas, y el hayib Almanzor).
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El núcleo original se debe a Abd-al-Rahman I (786-788), quien decidió derribar la basílica cristiana de San Vicente y construir su mezquita en el espacio libre. Consta de doce crujías (espacio alineado entre columnas o pilares) transversales cortadas por once naves longitudinales perpendiculares a la quibla. Las naves están formadas por arquerías dobladas para elevar la altura del edificio: la arcada inferior de herradura y la superior de medio punto. Esta solución procede del acueducto de los Milagros, alzado por los romanos cerca de Mérida. Los fustes y capiteles de las columnas se aprovecharon de obras romanas anteriores, salvo la hilera que conforma la nave central, que utiliza restos visigodos. Al morir el emir, su hijo Hixem I (788-796) concluyó el proyecto terminando de construir el patio con su saqifa (galería de mujeres), un pabellón de abluciones y un minarete junto a la puerta de ingreso. Oratorio y planta dibujaban un cuadrado perfecto.
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La segunda ampliación corresponde a Abd-al-Rahman II (833-848). Para aumentar el espacio se rompió el muro de la quibla y añadió ocho crujías, cerrando con saqifas los dos flancos del patio que faltaban. Las columnas y los capiteles siguen siendo reciclados. Estas obras fueron dirigidas por los mayordomos eunucos Nasr y Masrur.
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La tercera ampliación la realizó Abd-al-Rahman III (946), agrandó el patio, donde plantó olivos, cipreses y laureles. Reformó el alminar sustituyendo su planta helicoidal por una planta prismática que creará escuela en la península.
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La cuarta ampliación corrió a cargo del Califa al-Hakam II (961-966), quien encargó realizar el proyecto a su chambelán Jaffar. Agregó doce crujías más a la sala de oración, siguiendo el procedimiento acostumbrado de retranquear el muro de la quibla. La ampliación de al-Hakam no fue sólo espacial, efectuó tres intervenciones que aumentaron la belleza estética del edificio:
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Creó un lucernario (espacio de luz artificial realizado con lucernas), que acotó con cuatro arcos polilobulados y entrecruzados sobre columnas rosas y azules y que cubrió con una imponente cúpula nervada.
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Alzó una maqsura repitiendo la fórmula del lucernario pero triplicada.
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El mihrab se convierte en una habitación superando a la antigua hornacina.
Al ver las obras terminadas, Al-Hakam II decidió que quería decorar los interiores de la maqsura y del mihrab con mosaicos bizantinos. Escribió a su amigo el emperador de Bizancio Nicéforo Focas. Éste le envió un equipo de artistas con 160.000 kilos de teselas y una carta donde le decía que dispusiera de todo como quisiera, pues los servicios de sus artistas y el material eran un regalo imperial.
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La quinta ampliación fue ordenada por Almanzor (987-990). Se ensanchó lateralmente el recinto con ocho naves, ya que la proximidad del Guadalquivir le impedía alargar el frente. Esta adición también extendió el patio, pero el mihrab quedó descentrado.
Época abbasí (750-s.XI)
La nueva dinastía trasladó la capital a Bagdad en el 762 y durante un tiempo a Samarra (836). La influencia mesopotámica y persa (sasánida) aumentó en la arquitectura musulmana. Un buen ejemplo en la mezquita de Samarra (califa Mutawaquil) levantada entre el 846 y el 852, la rampa helicoidal que rodea su minarete hace su aspecto muy parecido al de los zigurats. La influencia persa se deja notar en el brillo metálico de la decoración de cerámica vitrificada, que se extenderá por todo el arte musulmán.
Dinastía Aglabita (VIII-XI)
La dinastía Aglabita dominaba los territorios del actual Túnez y el este de Argelia. A finales del siglo XI construyó la mezquita de Kairuán. Destaca el trazado de sus naves, donde es visible una forma de T en la parte central, el efecto se debe al cruce entre dos naves de mayor anchura que el resto: la nave central y una transversal que sigue al muro de la quibla. La utilización de los arcos de herradura nos hablan del contacto con el mundo andalusí. El minarete es de planta cuadrada, presentado varios cuerpos que decrecen según sube su altura. Su bóveda gallonada es de las más notables del arte islámico.
Dinastías turcas (XI-XVI)
Los turcos selyúcidas se hicieron con el poder en Persia, Asía Menor y Egipto. Los sultanes turcos se superpusieron al Califa, del que respetaron su influencia religiosa y simbólica.
Las nuevas mezquitas mantuvieron el trazado tradicional fijado por los Omeya, pero introdujeron una novedad: el modelo de madrazzas, escuelas teológicas. Desde los cuatro lados de un patio central rectangular con aljibe, surgían las distintas dependencias formando una gran cruz. Estros complejos incluían bibliotecas, celdas para estudiantes, cocinas, baños… y otros elementos prácticos. Destacaba la mezquita, donde se impartían las enseñanzas. La mezquita de Isahán (Siglo XI), es un notable ejemplo.
La influencia bizantina fue muy grande en el arte turco, especialmente la de Santa Sofía (que se convirtió en mezquita). La cúpula, que en el arte musulmán había jugado un papel decorativo, recupera su verdadera función arquitectónica: cubrir amplios espacios.
La mezquita de Solimán el Magnífico (siglo XVI) o la Mezquita Azul, construida por Ahmed I (siglo XVII) son ejemplos de esta influencia, a la que se añaden los afilados minaretes característicos de estas mezquitas.
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